La Propiedad Privada: Un Derecho Natural al Servicio de la Persona

La DSI reconoce la propiedad privada como un derecho natural, arraigado en la dignidad de la persona humana y su vocación de administrar los bienes creados por Dios.

La DSI reconoce la propiedad privada como un derecho natural, arraigado en la dignidad de la persona humana y su vocación de administrar los bienes creados por Dios. Desde Rerum Novarum (1891) de León XIII, la Iglesia ha defendido que la propiedad privada cumple funciones esenciales:

  • Autonomía personal: Permite a individuos y familias satisfacer necesidades básicas, como vivienda, alimentación y educación, fomentando su libertad.
  • Incentivo al trabajo: Estimula la creatividad y el esfuerzo humano, al garantizar que los frutos del trabajo beneficien a quien los produce.
  • Estabilidad social: Proporciona un marco de responsabilidad sobre los recursos, reduciendo conflictos.

León XIII, en Rerum Novarum (n. 6), afirma: “El derecho de poseer bienes en propiedad privada deriva de la misma naturaleza humana”. Este principio, inspirado en la tradición tomista, subraya que la propiedad privada es un medio para el desarrollo integral de la persona, no un fin en sí mismo.

El Destino Universal de los Bienes: Un Principio Primordial

El destino universal de los bienes es un pilar de la DSI, basado en la creencia de que Dios creó el mundo para el beneficio de toda la humanidad.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004, n. 171) lo expresa claramente: “Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano”.

Esto implica que los recursos —tierra, agua, minerales, conocimiento— deben estar al servicio de todos, especialmente de los más necesitados, en línea con la opción preferencial por los pobres.

En Gaudium et Spes (1965, n. 69), el Concilio Vaticano II enseña: “Dios destinó la tierra y cuanto ella contiene para el uso de todos los hombres y pueblos”.

Por tanto, los sistemas económicos deben garantizar que los bienes no se concentren en manos de unos pocos, sino que promuevan el desarrollo integral de la sociedad, incluyendo a las generaciones futuras.

La Propiedad Privada como Derecho Secundario

El Papa Francisco, en Fratelli Tutti (n. 120), clarifica que “el derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes”.

Esto significa que la propiedad privada es legítima solo en la medida en que contribuye al bien común.

Como señala Santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae, II-II, q. 66, a. 7), en casos de extrema necesidad, los bienes deben usarse para aliviar el sufrimiento, ya que el derecho a la vida prevalece.

La DSI critica tanto el colectivismo, que elimina la propiedad privada, como el capitalismo desenfrenado, que la absolutiza ignorando las necesidades colectivas.

En Quadragesimo Anno (1931, n. 49), Pío XI advierte contra el uso egoísta de la propiedad, mientras que Centesimus Annus (1991, n. 30) subraya que su legitimidad depende de su contribución al bien común.

Conciliando los Principios: Aplicaciones Prácticas

La DSI propone que la propiedad privada y el destino universal de los bienes se armonicen mediante la solidaridad y la subsidiaridad.

Los propietarios tienen la responsabilidad de usar sus recursos para beneficiar a la sociedad, mientras que las decisiones deben tomarse al nivel más cercano a los afectados.

A continuación, se presentan ejemplos de cómo diversos sectores pueden aplicar estos principios:

  1. Industria Minera:
    • Una empresa minera invierte millones para explotar una mina de litio, adquiriendo derechos de propiedad sobre los beneficios. Para alinearse con la DSI, puede:
      • Destinar parte de sus ganancias a proyectos comunitarios, como escuelas o centros de salud, practicando solidaridad.
      • Usar tecnologías sostenibles para minimizar el impacto ambiental, respetando el destino universal de los bienes (Laudato Si’, n. 159).
      • Involucrar a las comunidades locales en la toma de decisiones, aplicando subsidiaridad.
    • Ejemplo: Una minera que financia programas de capacitación técnica para los jóvenes locales asegura que los recursos beneficien a la comunidad sin comprometer su rentabilidad.
  2. Emprendimiento Tecnológico:
    • Una startup que posee propiedad intelectual sobre un software puede compartir sus beneficios mediante:
      • Programas educativos gratuitos para comunidades desfavorecidas, promoviendo la dignidad humana.
      • Licencias de bajo costo para organizaciones sin fines de lucro, reflejando el destino universal de los bienes.
    • Ejemplo: Una empresa que dona software a escuelas rurales contribuye al bien común mientras protege su propiedad.
  3. Agricultura Familiar:
    • Un agricultor propietario de una parcela puede:
      • Participar en cooperativas que distribuyan alimentos a comunidades necesitadas, practicando solidaridad.
      • Adoptar prácticas sostenibles que preserven la tierra, alineándose con el destino universal de los bienes.
    • Ejemplo: Una cooperativa que reinvierte sus ganancias en sistemas de riego comunitarios fortalece el bien común.

El Modelo Cooperativo de Mondragón: Un Ejemplo Inspirador

Un ejemplo histórico de cómo conciliar la propiedad privada con el destino universal de los bienes es el modelo cooperativo de Mondragón, iniciado en los años 1950 en el País Vasco, bajo el liderazgo del sacerdote católico José María Arizmendiarrieta.

Propiedad Privada

Inspirado explícitamente en la DSI, Mondragón creó una red de cooperativas (hoy Corporación Mondragón) que combina propiedad colectiva con iniciativa privada, operando en sectores como industria, finanzas y comercio.

  • Propiedad privada: Los trabajadores son copropietarios de las cooperativas, compartiendo la propiedad de los medios de producción. Esto respeta el derecho a la propiedad privada, ya que cada miembro tiene una participación económica y decisoria.
  • Destino universal de los bienes: Las ganancias se reinvierten en las cooperativas, en proyectos sociales (educación, salud) y en fondos de solidaridad para apoyar a los trabajadores en tiempos de crisis. Por ejemplo, el 10% de los beneficios se destina a proyectos comunitarios.
  • Resultados: Mondragón creció de una pequeña cooperativa en 1956 a una red que, para 1980, empleaba a 20.000 personas, con ingresos equivalentes a miles de millones de euros. Su modelo redujo la desigualdad (los salarios más altos son solo 6 veces los más bajos) y fortaleció la cohesión social.
  • DSI: Mondragón refleja la subsidiaridad al empoderar a los trabajadores en la toma de decisiones, la solidaridad al priorizar a los más necesitados y el bien común al reinvertir en la comunidad.

El equilibrio entre la propiedad privada y el destino universal de los bienes

En un mundo donde la desigualdad es alarmante —el 1% más rico posee más riqueza que el 50% más pobre, según Oxfam (2023)— la DSI ofrece un camino para equilibrar la propiedad privada y el destino universal de los bienes. Esto requiere:

  • Políticas públicas: Sistemas fiscales justos y regulaciones que promuevan la equidad sin sofocar la iniciativa privada.
  • Responsabilidad empresarial: Modelos de negocio inclusivos, como cooperativas o empresas de impacto social.
  • Acción individual: Propietarios que usen sus recursos para apoyar causas sociales, como donaciones o voluntariado.

Conclusión

La DSI enseña que la propiedad privada y el destino universal de los bienes son principios complementarios que promueven el bien común.

La propiedad privada fomenta la libertad y el trabajo, pero debe servir a todos, como subraya el Papa Francisco al calificarla como un “derecho secundario”.

Ejemplos como la industria minera, el emprendimiento tecnológico, la agricultura y el modelo cooperativo de Mondragón muestran que es posible conciliar estos principios mediante prácticas solidarias y sostenibles.

Mondragón, inspirado en la DSI, demuestra que la propiedad privada puede ser un vehículo para la equidad y el desarrollo comunitario.

En un mundo dividido por la desigualdad, la DSI nos invita a construir economías donde los bienes sirvan a la dignidad humana y al bien común.


Autor: Daniel Mendive, Año 2025

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